En las últimas semanas, dos especies de nuestros animales marinos autóctonos han causado sensación en los medios de comunicación: El gusano de fuego y el dragón azul. Curiosamente, la atención no se centra en los interesantes modos de vida de estas dos especies, y las razones de su aparición más o menos frecuente sólo se abordan parcialmente, mencionándose únicamente el cambio climático. No me queda claro por qué hay que cerrar de repente las playas por culpa de estos animales.
«Dragón azul»
Las advertencias sobre el llamado «dragón azul» (Glaucus atlanticus) ya me desconcertaron hace unos meses. Al fin y al cabo, se conoce hace siglos aquí y a finales de los noventa encontrábamos a veces esta especie en las playas de Tenerife y disfrutábamos con su curioso aspecto. Por supuesto, también nos resultaban fascinantes porque sabíamos que se alimentan de las aguavivas o calaveras portuguesas (Physalia physalis), entre otras cosas, a los que les teníamos un gran respeto. A pesar de tocar ocasionalmente a los «dragones» y manipularlos sin ningún temor, nunca le pasó nada a nadie de mi entorno. Si alguien argumentara ahora que algunos nudibranquios presentan las cápsulas urticantes o el veneno de aquellos de las especies que comen en su cara superior y, por tanto, se convierten ellos mismos en venenosos, sólo puedo responder que no me consta que este sea el caso de los dragones azules y que lo dudo basándome en las experiencias mencionadas.
Para estar seguro y no poner en peligro innecesariamente a nadie, llamé a un compañero de estudios que se ha convertido en las últimas décadas en el especialista de los nudibranquios en las Islas Canarias. Preocupado por las noticias aparecidas en los medios de comunicación en las últimas semanas, me confirmó que no tiene constancia de ningún problema con los «dragones azules» y que las noticias alarmantes aparecidas en los medios de comunicación probablemente se deben más bien al bajón veraniego. En ese contexto ésta entrevista a Leopoldo Moro Abad en Onda Cero no tiene pérdida.
Cuando a mediados de agosto se cerró una playa del norte de Gran Canaria por unos ejemplares que habían llegado a la orilla, me costaba creerlo. Como además se hablaba de un pez venenoso, aunque se trataba de un nudibranquio, hubiera sido más fácil de entender como artículo en el día de los inocentes, ¡pero no tanto en verano cuando el calor aprieta y las costas están llenas de niños con ganas de bañarse! Hace unos días también le tocó el turno a una de las playas más famosas de Gran Canaria, la Playa del Inglés, ¡en agosto! Allí se me escapa algo. O se debe a una preocupación extrema por posibles reclamaciones por daños y perjuicios, sensacionalismo o mucha mala leche.
En la página de Facebook y en la página web de Redpromar, red creada por el Gobierno de Canarias para el seguimiento y vigilancia de la vida marina de la Macaronesia, personas entendidas intentan llamar la atención de la población sobre lo que realmente se sabe de estos organismos.
Gusano de fuego
El gusano de fuego (Hermodice carunculata) me resulta ocasionalmente molesto cuando exploro las grietas de las charcas de marea en los bajíos para ver qué puede esconderse allí. Cuando vuelvo a sacar los dedos de una grieta, cubiertos con las cerdas blancas, también sé que se inflará y picará un poco. Suelo reaccionar sensible a todo tipo de toxinas, como las de las aguavivas o incluso las abejas y avispas. Sin embargo, como el contacto con los gusanos de fuego nunca me molesta realmente y desaparece al día siguiente, esto nunca me ha impedido volver a deslizar los dedos en las grietas a la siguiente oportunidad. Incluso rozar el fruto del higo pico es más desagradable.
¿Y ahora se cierran playas por su culpa? ¿En serio? ¿Se van a cerrar pronto también las laderas de las montañas con higos pico?
Mientras no haya un aumento real de las poblaciones de los gusanos de fuego, yo al menos no daría la voz de alarma. También aquí los entendidos del gobierno canario intentan contrastar la situación mientras los medios de comunicación la agravan, incluso de forma muy torpe. Hasta el momento, no se conoce ningún aumento de la propagación del gusano de fuego en las Islas Canarias. Por cierto, los medios internacionales ya se han subido al carro.
Las mayores concentraciones de esta especie las he visto en un tramo de costa rocosa en el norte de Tenerife, que se «abonaba» por el vertido directo de aguas residuales de un restaurante (al menos lo he podido observar hasta 2012). La acumulación de materia orgánica era aprovechada por las chupaderas (Anemonia viridis), que se habían extendido masivamente y de las que luego se alimentaban los gusanos de fuego. En mi acuario, este tipo de anémona de mar era su presa favorita, cada noche devoraban una hasta dejarla seca.
También es muy frecuente encontrar gusanos de fuego en piscifactorías que no se gestionan correctamente, ya que les gusta alimentarse de los desechos, restos de peces o comida para peces que se acumulan allí.
Si un gusano de fuego es desprendido del fondo por las olas y arrastrado por el suelo, existe el riesgo de que se le rompan todas las cerdas y ya no pueda defenderse. Por ello se encuentran sobre todo en terrenos escarpados y rocosos, ricos en escondrijos y que ofrecen a estas criaturas sensibles a las corrientes un refugio aceptable, y sólo aparecen en playas arenosas a profundidades que ningún nadador puede alcanzar con los pies, salvo en un tramo de costa extremadamente tranquilo: ¡el riesgo de entrar en contacto con estos animales es casi nulo! ¡A menos que te guste escarbar en las grietas!
Al parecer, en contra de toda evidencia científica y haciendo caso omiso de la información procedente de círculos informados, se alerta a la población o incluso se cierran playas sin que haya ninguna necesidad.