Los vientos cálidos de levante constantes han traído consigo unas condiciones meteorológicas bastante incómodas para algunos de nosotros. Al menos para las aves migratorias no parece ocurrir lo mismo, pero tal vez pensaban que ya habían llegado a África…
Estos días hay un número inusualmente grande de limícolas en la costa para nuestros estándares. Quizá algunos de ustedes los conozcan de la riquísima costa del atlántico europeo, donde se les puede ver en gran número, escarbando profundamente en el fango con sus picos, a veces largos, o buscando en la arena entre las olas en una carrera continua.
Con nuestras comparativamente escasas reservas de alimentos y la distancia de la costa africana, en lo que se refiere al paso de las aves, estamos a la sombra de las islas orientales, por las que pasan las rutas migratorias. En absoluto comparables son las riberas saharianas, extremadamente ricas en aves, la costa de Mauritania, donde los adorables aves probablemente sí querían aterrizar. Como mucho suelen acudir a nuestras costas para hacer una breve escala en su ruta enormemente agotadora de varios 1.000 km. Aquí se asean, descansan y quizás comen algo. Luego siguen su camino. Este año algunos llevan más de una semana, hoy había 4 correlimos tridáctilos, 2 chorlitejos grandes y un correlimos común, además de los habituales zarapitos y andarríos chicos.
Especies de las últimas 3 semanas:
Visitantes invernales generalmente frecuentes, los zarapitos trinadores (Numenius phaeopus) son quizá los limícolas más conspicuos de nuestra costa. Merodean con gran insistencia entre las charcas, siempre al acecho de pequeños crustáceos y camarones. En cuanto se han saciado con la marea baja, se colocan en un lugar resguardado y permanecen allí mientras no se les moleste o se acerque la siguiente bajamar.
El correlimos tridáctilo (Calidris alba, en la foto de arriba) es la especie errante de la playa. En los últimos días se les podía ver corriendo arriba y abajo de la playa en Playa o Puntilla con el movimiento de las olas, si es que no corrían por toda la playa.
Me alegró especialmente ver a los chorlitejos grandes (Charadrius hiaticula), que encontré varias veces en el Charco del Conde. Simpáticos, a veces caminan a una distancia de 2 m delante de alguien que se sienta tranquilamente en la arena, por lo que son especialmente fáciles de observar. Sin embargo, a diferencia de los correlimos, también buscan comida en los arrecifes entre rocas y charcas.
El correlimos común (Calidris alpina) se cría en la tundra y viene muy raramente a La Gomera. Como a menudo permanece completamente quieto, es muy difícil de observar. Es un poco más redondeado que los correlimos tridáctilos y sus plumas ya son un poco negruzcas en el vientre.
El más fácil de reconocer es el andarríos chico (Actitis hypoleucos), por su costumbre de menear la cola. Por otro lado, es muy tímido, por lo que resulta especialmente difícil fotografiarlo, a pesar de que suele pasar aquí todo el invierno. Tuve que utilizar esta foto de Tenerife.